Hace casi mes y medio que empezó esta aventura y lo que más me sorprende de la pequeña de tres años, recién cumplidos que tengo delante, es su capacidad de adaptación.

El primer día hablamos con ella y le dijimos que no podíamos salir a la calle porque había bichos y lo asumió perfectamente. Desde entonces, cuando se asoma al balcón a saludar a los que entran a comprar a la gran superficie que tenemos frente a casa, les pregunta:  ¿por qué estás en la calle, si hay bichos?.

Esta situación no tiene nada de normal pero en dos días ella consiguió adaptarla a su realidad. Pinta, recorta, toca el chelo (o lo intenta), baila, llora, se enfada se le pasa y nada ha ocurrido y vive y disfruta cada segundo. Es cierto que después del primer mes de confinamiento los berrinches son más frecuentes y más intensos pero, ¿quién, después de un mes de encierro, no tiene ganas de tirar cosas al suelo?

Lo peor: el no poder abrazar a mi hija, ni besarla y conformarme con chocar nuestros codos y es que, soy sanitaria. Cuando llego a casa, después de un turno estresante, ver a mi hija contesta correr hacia mí gritando mamá y tener que decirle que no, que no la puedo tomar en brazos y no la puedo abrazar y besar, me rompe el alma.

¿El consuelo? Que esto pasará y volveremos a tocarnos, a abrazarnos y a besarnos sin límites porque el contacto físico alimenta el cuerpo y el alma y es básico para un crecimiento óptimo. Contando los días para poder hacerlo.

Anónimo.

Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.